lunes, 27 de septiembre de 2010

EL CONEJO DE ROMINA.


Aquella tarde Romina fue a jugar con sus amigas al parque, algo le robó su atención, una niña de cabello rojizo traía en sus manos el conejito blanco más tierno que jamás haya visto, entonces lo supo, Romina quería un conejo.
Su madre se cansó de decirle que aquél regalo era imposible, pues tenía alergia a los conejos.

– ¿Entonces los conejos son malos?
– No mi vida lo único es que eres alérgica a ellos.
– ¿Y tú como sabes eso, nunca he tenido un conejito?
– Te equivocas lo tuviste cuando eras muy pequeña, tu nariz se puso roja, parecías un reno de Santa Claus.
– Romina soltó una carcajada que inmediatamente borró y la puso en guardia.
– Si no me acuerdo, ¿Cómo se que no mientes?
– porque tengo una foto de aquél día, tu papá lo trajo como un regalo que terminó en tragedia.
– ¿Y qué pasó con el conejo?
– Lo regalamos a un señor que se dedica a cuidarlos bien.
– ¿Tuvo un nombre?
– No, pasó unas horas con nosotros.

Romina se puso muy triste, le parecía imposible que aquel animalito esponjado como nube fuera tan terrible.
Esa noche que Romina fue a dormir, escuchó un ruido en su ventana, curiosa fue a ver y al mover a un lado la cortina, vaya sorpresa que llevó
Un conejo blanco estaba ahí, mirándola y moviendo su bigote, Romina abrió la ventana hasta quedar con solo la malla mosquitera.
– ¡Hola conejito! quisiera abrirte, pero el solo tocarte me pone la nariz roja y a nadie le gusta tenerla así, tú en cambio la tienes rosa, muy linda, la mía es blanca.
El conejo aquél corrió despavorido y Romina no se pudo contener, abrió la ventana totalmente y de un brinco ya estaba en el patio, y fue tras él.
– Conejito conejito, ¿Dónde estás?
– conejito.
Entonces vio al conejo, que escondido entre los geranios blancos al verla dio un salto, otro más, muchos más, hasta llegar a los pies de Romina.
– Supongo que si solo te acaricio un poquito no me pasará nada.
Romina con su tierna mano, tocó aquel animal inofensivo y nada sucedió.

El conejo corrió tras el geranio y su mirada fue como si algo quisiera decirle, Romina caminó hacia él y vio que detrás había un agujero, ahí estaba una carta que decía:

Romina soy aquél conejo que hace algunos años tocaste y si hoy no te hice daño, no fue porque ya no tengas esa alergia, no soy cualquier conejo, no soy una mascota, ahora soy el alma del conejo que más amó una niña pequeña en unas horas, aún habiéndole provocado aquél mal, vine a darte este mensaje porque será la última vez que nos veamos tan cerca, sin embargo, seré tu conejo por siempre, y cuando estés muy triste solo espera la noche y mira tú ventana, no tengo un nombre pero soy aquél conejo de la luna.

Romina vio lo más asombroso de su vida, el conejo escaló hacia el muro de piedra y de un intenso salto llegó a la luna, ahí le guiñó un ojo y movió el bigote hasta quedarse quieto, en sus manos la carta se volvió un montón de hojas de geranio.

4 comentarios:

  1. Wow... uno de los mejores cuentos que he leido tuyos, sin miedo a equivocarme puedo decir que este género o estilo de cuento ¡es lo tuyo!, lo haces con una cadencia tal, que es una delicia leerte...

    Te amo costalito...

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  2. :s
    Me encantan los cuentos, es mi tipo de lectura favorita, me gusto y al final me emocione igual que Romina.

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  3. Hola sonia:
    Un placer saludarte
    y pues estoy viendo un maravilloso mundo de palabras y frases encantadoras!
    me voy a dar el tiempo de leer cada una de ellas!
    para deleitarme con esa inspiracion tuya!
    Estamos en contacto
    via facebook
    y en mi msn
    arjona_ms@hotmail.com
    estoy para servirte
    un saludo con afecto

    Armagedon Canto luego existo
    Dtb

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  4. Para variar, creatividad en estado puro y mucho que comunicar. Un efectivo consejo para la puntuación: una vez que termines, lee en voz alta y de acuerdo a la cadencia que das con la voz, se te indicará si necesitas poner coma, punto o cualquier otra cosa. Sigue esforzándote por mejorar, que vas por buen camino. Eduardo Mórlan.

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